martes, 7 de septiembre de 2010

7 de septiembre de 1947 se sanciona la ley 13 010 del voto femenino.





A comienzo del siglo XX el mo

delo femenino en la Argenti

na estaba cambiando. Las mujeres, aún aquellas que tenían

su á

mbito de desarrollo en el seno del hogar, aprendieron de los hombres y de las noticias que l

es llegaban desde Europa y Est

ados Unidos, que ellas también tenían derechos.

Para la legislación de esos años las mujeres no tenían presencia cí

vica, dependían de su padre y, de ser casadas, de su esposo.

A partir de 1919 varios diputados comenzaron a presentar proyectos de ley par

a instaurar el voto femenino obligatorio. Pero ellos chocaban constanteme

nte contra los mismos prejuicios, que colocaban a la

mujer en una situación de reiterada duda con respecto a su capacidad

y madurez para hacer uso de ese derecho.

En

1927, en la provincia de San Juan, el entonces gobernador Federico Cantoni sancionó una nueva Carta Orgánica para la provincia que

, entre otras novedades, extendía el voto a las mujeres.

Según el nuevo texto, las mujeres no sólo tenían derecho a votar sino ta

mbién a ser elegidas para desempeñar cargos públicos. En abril de 1928 ellas tuvieron ocasión de estrenar sus libretas cívicas y dieron una sorpresa: votó el 97

por ciento de las inscriptas, frente al 90 por ciento de los varones. Además, una mujer -Emilia Collado- fue elegida intendenta de Calingasta, y ot

ra -Ema Acosta- diputada.

Pero en diciembre de ese año el gobernador Cantón fue depuesto, la Ley fue derogada y las mujeres e

liminadas del padrón electoral.

En 1945, desde la Secretaria de Trabajo y Previsión, el entonces coronel Juan Domingo Perón inauguró una polít

ica específica dirigida a las mujeres. En ese ámbito creó la División de Trabajo y Asistencia a la Mujer. Se reflo

tó la cuestión del sufragio femenino. El 26 de julio de 1945, en un acto celebrado en el Congreso, Perón hizo explícito su apoyo a la inic

iativa. Se formó entonces la Comisión Pro Sufragio Femenino.

En 1946 Eva Duarte de Perón pasó a presidir esa Comisión, y comenzó a pre

sionar para que se sancionara la ley. Para alcanzar el objetivo emprendió una campaña incesante con los legisladores, con las del

egaciones que la visitaban, con las mujeres agrupadas en los centros cívicos, a través de la radio y de la prensa. El mensaje de Evita iba dirigido a t

odo el universo femenino, y las mujeres lo hicieron suyo y pasaron a desempeñar un pap

el activo.

Se realizaron mítines, se publicaron manifiestos y grupos de obreras salieron a las calles a pegar carteles recla

mando la aprobación de la ley. Centros e instituciones femeninas

emitieron declaraciones de adhesión. Evita fue reconocida por las mujeres como su portavoz natural.

El 9 de septiembre de 1947, con los palcos del Congreso repletos de mujeres, se logró la sanción de la Ley Nº 13.010, que se promulgó el 23 de septiembre del mismo año. El 11 de noviembre de 1951, las mujeres argentinas emitimos por primera vez nuestro voto. En esa ocasión votaron 3.816.654 mujeres.

El 63,9 por ciento lo hizo por el Partido Peronista, el 30,8 por ciento por la Unión Cívica Radical. A su vez, el Partido Peronista fue el único de ambos que llevó mujeres en sus listas. En 1952 asumieron sus bancas 23 diputadas y seis senadoras.

El voto femenino es la norma que nos iguala como ciudadanas de las sociedades que integramos, y ello gracias a la ardua lucha de nuestras antecesoras, que bregaron afanosamente en la búsqueda de esa igualdad de oportunidades para hombres y mujeres.

Ellas, las feministas, fueron sin duda mujeres que desafiaron su tiempo, y se convirtieron en los primeros peldaños de una lucha que luego continuaron otras, y que hoy tenemos la obligación de sostener y acrecentar nosotras.

Desde el fondo de la historia aún resuena en nuestra memoria la voz de aquella extraordinaria mujer: María Eva Duarte de Perón, cuando desde los balcones de la Casa de Gobierno, en aquel momento extraordinario, nos decía:

“Mujeres de mi patria: recibo en este instante de manos del gobierno de la Nación la Ley que consagra nuestros derechos cívicos, y la recibo ante vosotras, con la certeza de que lo hago en nombre y representación de todas las mujeres argentinas, sintiendo jubilosamente que me tiemblan las manos al contacto del laurel que proclama la victoria.

Aquí está, hermanas mías, resumido en una letra apretada de pocos artículos una historia larga de lucha, tropiezos y esperanzas.”

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